lunes, 7 de diciembre de 2015

Volver a dejar crecer las alas


Después del viaje interior en el que me zambullí en este último período de mi vida, he transitado momentos de muchos cambios a nivel interno y externo.

Han sido momentos difíciles, duros, complejos. Y también han sido momentos de felicidad, alegría y diversión.

Como todo en la vida, todo tiene su lado yin y su lado yang.
El cambio es la esencia de la vida; evolucionamos en la medida en que nos lo permitimos. Aun así a veces nos resistimos a los cambios que no entendemos o no esperamos.

Las expectativas que ponemos en las personas y las situaciones son muchas veces las causantes de nuestras propias derrotas, fracasos y desilusiones.



Somos humanos teniendo una experiencia cósmica. Estrellas que se rompen y brillan en mil pedazos.

Elegimos ser lo que queremos, elegimos cada día ser felices o infelices.
Sincronizando con lo que nos rodea, muchas veces nuestra propia inseguridad y falta de autoestima y confianza nos deparan momentos de dolor y tristeza.

Cuando asumimos que la vida es como tiene que ser y que todo lo que hacemos está en pos de ese abrir y cerrar de alas, entendemos que aceptar es más fácil que resistir.

Igualmente, somos frutos de nuestros propios desengaños. Nacemos con alas infinitas, las desplegamos y muchas veces caemos. Esas frágiles alas se rompen, se tuercen, se cierran.

Es más el miedo a volar que el vuelo en sí. Dudamos de nuestras capacidades porque nos dejamos engañar por los espejitos de colores, las ilusiones y las falsas expectativas que proyectamos hacia afuera. Todo ese vacío que carcome por dentro es un reflejo de lo que no queremos asumir.
Nuestro lado oscuro.
Cuando abrazamos nuestra propia sombra y asumimos que no somos perfectos, que nos equivocamos, que cada paso que damos puede ser un salto al vacío, damos un paso más hacia adelante y descubrimos que el vacío es parte del crecimiento.

Yo misma tengo días depresivos en los pienso que nada vale la pena. O cuando pierdo la paciencia conmigo misma, mis hijos o la vida en general. Y eso es porque espero demasiado.
No creo que se trate de conformarse, sino en darse cuenta que cada día, que pasa raudo y se evapora sin más, es una nueva oportunidad para aprender.

En este último año no sólo he aprendido a valorar cada momento, también he crecido interiormente. Con experiencias de evolución mental donde aprendo que 'menos es más'.

Creo que lo que más me costó asumir fue la soledad del ser y el estar.
Después de una relación de 12 años y dos hijos, quedarme soltera (aun por decisión propia) fue uno de los cambios más difíciles de asumir.

A lo largo de mi vida he tenido infinidad de momentos para desplegar las alas pero no me he atrevido. Por falta de confianza, por dudar de mi propio potencial, por seguir consejos y opiniones de otros, por miedo a caer y salir de mi zona de confort.
Y también por no querer estar sola.

Siempre, de una u otra forma, dejando de ser yo misma, de seguir mis pasiones y mis necesidades, por querer tener una vida estable y sin altibajos. Preferí arrinconarme y adaptarme a lo que la situación, el momento o la persona que estaba a mi lado (re)quería. Sufría de ataques de pánico, apenas podía estar en grupos de muchas personas, prefería la soledad de mis cuatro paredes a intentar volar con alas propias.

Creo que en la vida estamos poniéndonos todo el tiempo a prueba. No nos permitimos ser más de lo que somos porque creemos que así 'encajamos en un molde predeterminado' y eso parecería ser mucho mejor que intentar volar con alas propias, desplegarlas en toda su longitud y lanzarnos al vuelo sin paracaídas.

A medida que crecemos, siempre tenemos momentos de incertidumbre, duda, miedo. Cada día la vida nos presenta nuevos desafíos donde se nos somete a prueba. Elegimos un camino u otro basándonos en lo que sentimos, librando batallas mentales con nosotros mismos y con los demás.

No hay fórmulas para la felicidad, no hay un sólo camino hacia la verdad interior.
Hay prueba, acierto y error. Todo el tiempo estamos buscando y buscándonos a nosotros mismos.

Continuamente nos perdemos en laberintos emocionales.

Además de revalorizar la vida, en este momento de mi vida, siento que esas alas que estaban rotas y maltrechas, vuelven a crecer.
Y crecen porque me permito desarrollar lo más profundo de mí misma.
Ya no tengo miedo a estar sola. Ya no necesito a un hombre a mi lado para sentirme entera.

Disfruto de mi libertad, el saberme viva y entera, sin necesidad de que otra persona refleje mi soledad y mi tristeza.

Por primera vez en mucho tiempo escucho la voz de mi interior y me doy cuenta que es mucho más fácil creer en mí misma cuando pongo la energía dentro de mí y no afuera.

Mis alas vuelven a crecer, de a poco se despliegan y sé que nada de todo lo que me pudo haber hecho daño alguna vez dura para siempre.

Simplemente porque ya no me pongo a mí misma en situaciones de riesgo donde me siento incómoda e insegura.

Escucho mi voz interior, que es sabia y sabe más de lo que creo y pienso.

De aquí a la eternidad, el camino se muestra solo.
Me lanzo al vacío, sólo quiero volar.




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